El movimiento aparente de los planetas de nuestro sistema solar es
muy diferente del movimiento que podamos observar desde la Tierra en los
demás objetos. De hecho, la palabra “planeta” tiene el significado
de “errante”, de objeto sin dirección fija, de objeto que cambia de dirección frecuentemente. Sin
embargo, los movimientos aparentes de los planetas, tanto interiores como exteriores a la
orbita de la Tierra, tienen una explicación simple considerando sus órbitas keplerianas.
0. Los planetas interiores y los planetas exteriores:
Los planetas de nuestro sistema solar se mueven alrededor de la estrella siguiendo las órbitas
keplerianas, esto es cumpliendo las leyes del movimiento:
1) Todos los planetas se mueven en orbitas elípticas, en uno de cuyos focos, el mismo para todos los planetas, se encuentra el Sol.
2) El radio vector del planeta recorre áreas iguales en tiempos iguales.
3) Los cuadrados de los periodos sidéreos de revolución de los planetas alrededor del Sol son proporcionales a los cubos de los semiejes mayores de sus órbitas elípticas.
1) Todos los planetas se mueven en orbitas elípticas, en uno de cuyos focos, el mismo para todos los planetas, se encuentra el Sol.
2) El radio vector del planeta recorre áreas iguales en tiempos iguales.
3) Los cuadrados de los periodos sidéreos de revolución de los planetas alrededor del Sol son proporcionales a los cubos de los semiejes mayores de sus órbitas elípticas.
La Tierra se desplaza, por tanto, en una órbita elíptica alrededor del
Sol, contenida en un plano, el plano de la eclíptica, que forma un
ángulo de algo más de 23º con la dirección del eje de rotación del
planeta.
Los restantes planetas del sistema solar se desplazan también siguiendo órbitas
elípticas en planos cuya oblicuidad respecto del plano de la eclíptica es muy pequeña, salvo en el caso de Plutón:
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respecto a la Eclíptica |
Mercurio |
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Venus |
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Marte |
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Júpiter |
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Saturno |
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Urano |
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Neptuno |
|
Plutón |
|
Los
planetas, en lo que respecta a la observación de sus movimientos desde
la Tierra, hemos de considerarlos, por la diferencia existente entre sus
movimientos aparentes, divididos en dos grupos. A saber, los que están
más próximos al Sol que nosotros (planetas interiores o inferiores) y
los que están más alejados (planetas exteriores o superiores).
El
movimiento aparente de los planetas interiores, Mercurio y Venus, tiene
unas características propias que se visualizan desde la Tierra como si
estos planetas oscilaran de uno a otro lado del Sol, como la pelota de
un péndulo.
El movimiento aparente de los planetas exteriores, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y
Plutón, es, sin embargo, diferente. Todos ellos, al cumplir las leyes de Kepler, tienen un movimiento
más lento que el desplazamiento de nuestro planeta, por lo que, en determinadas posiciones, el movimiento
de la Tierra sobrepasa la posición del planeta, dando la apariencia de que éste se desplaza en movimiento
retrógrado durante un cierto tiempo, hasta que las velocidades se equilibran, y el planeta parece
pararse reiniciando ahora el movimiento en sentido directo, por lo que, en definitiva, la trayectoria
aparente a lo largo del año forma una especie de bucle sobre la bóveda estelar.
1. El movimiento aparente de los planetas interiores. Oscilando bajo la luz del Sol:
Cuando
al amanecer se observa aparecer el Sol antes de que aparezca el
planeta, Mercurio o Venus, esto nos indica que está más al este, y, ese
mismo día, a la puesta del Sol, se observará que el planeta se oculta
después de ocultarse el Sol. Se dice, en este caso, que el planeta tiene
elongación oriental.
Cuando
al amanecer, por el contrario, se observa aparecer el planeta antes de
que salga el Sol, esto nos indica que el planeta se encuentra más al
oeste, y al atardecer de ese día se ocultará antes de que se oculte el
Sol. Se dice que el planeta tiene elongación occidental.
La
elongación máxima a alcanzar por cada uno de los dos planetas
interiores es diferente, debido a que están físicamente a distancias
diferentes del Sol. Para un observador desde la Tierra, las elongaciones
máximas que se observan son:
Elongación máxima de Mercurio | |
Elongación máxima de Venus |
La pregunta clave es ¿porqué razón el planeta está unas veces al este del Sol y otras veces al Oeste? ¿Cómo
explicar esto desde las características orbitales del planeta?.
Cuando observamos un planeta interior, P, sabemos que está ocupando un lugar en su desplazamiento
orbital alrededor del Sol, y en toda la órbita existen, para un observador terrestre, cuatro puntos básicos: punto
en el que el planeta alcanza la elongación máxima oriental (EMOR), punto en el que el
planeta alcanza la conjunción inferior (CINF), punto en el que el planeta alcanza la elongación
máxima occidental (EMOC), y, finalmente, el punto en el que el planeta alcanza la conjunción superior (CSUP).
Si observamos el planeta en la elongación máxima occidental (aparece al amanecer antes que el Sol a
una distancia angular de 18º-28º si es Mercurio, o de 45º-48º si es Venus), a partir de ese punto va
desplazándose en días sucesivos disminuyendo la elongación occidental hasta desaparecer tras el Sol, hacia
el punto de la conjunción superior, en donde tanto el planeta como el sol tendrían la misma longitud eclíptica.
En ese punto deja de ser observado por estar detrás del Sol. Mas tarde vuelve a aparecer el planeta en elongación
oriental hasta obtener la máxima elongación oriental (aparece al amanecer en ese punto después de la salida
del Sol, a 18º-28º si se trata de Mercurio, o de 45º-48º si fuera Venus), disminuyendo en los días siguientes
esa elongación al dirigirse el planeta hacia el punto de conjunción inferior, pasando entre la Tierra y
el Sol, zona en la que desaparece a la observación, pues los rayos solares impiden una adecuada visión del
astro. También en ese punto el Sol y el planeta tienen la misma longitud eclíptica. Aparece más tarde en
elongación occidental, amaneciendo cada día antes que el Sol, hasta alcanzar la máxima elongación
occidental, repitiéndose de nuevo el proceso.
La visión de perfil, de canto, del fenómeno, a lo largo del año, desde nuestro planeta, es la de un
objeto que parece oscilar a un lado y a otro del Sol, como si se tratara de la masa colgante de un péndulo.
2. El movimiento aparente de los planetas exteriores. Un bucle en el contexto estelar:
El sentido del movimiento en su órbita de todos los planetas, interiores y exteriores, es
siempre el mismo, sin embargo, por cumplirse la segunda ley de Kepler, es mucho más lento
el movimiento relativo de los planetas más alejados. Así, se tiene para los periodos orbitales
de los nueve planetas, los valores siguientes, en días y años terrestres:
Planeta | Periodo Orbital (días) | Periodo Orbital (años) |
Mercurio |
|
|
Venus |
|
|
Tierra |
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Marte |
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Júpiter |
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Saturno |
|
|
Urano |
|
|
Neptuno |
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Plutón |
|
|
Esto quiere decir que cuando nuestro planeta, la Tierra, y el planeta observado, se
encuentran en conjunción las velocidades son de contrario sentido y, por tanto, la velocidad
relativa es la suma de las dos, por lo que el planeta presenta un movimiento aparente directo a nuestra observación.
En la mitad del arco del movimiento directo, tanto el Sol como el planeta observado se encuentran
en la misma constelación para un observador desde la Tierra. Es decir, el Sol y el planeta tienen
iguales sus longitudes eclípticas.
En cambio, cuando ambos planetas se encuentran en oposición, ambas velocidades se restan, pues
al tener el mismo sentido la velocidad relativa observada desde uno de ellos es la diferencia de
ambas, y, además, siendo más rápido el movimiento de la Tierra, por ser de órbita menor, el planeta
observado presenta un movimiento aparente de sentido contrario, retrógrado (Al modo en que, por ejemplo, un automóvil
de marcha rápida deja atras a otro más lento en una autopista, aparentando que el coche más lento va "hacia atrás").
En
la mitad del arco del movimiento retrógrado el planeta se encuentra,
para un observador terrestre, en la constelación opuesta a aquella en la
que en ese momento se encuentra el Sol. Las longitudes eclípticas del
planeta y el Sol se diferencian en 180º.
El
punto donde parece pararse el planeta es aquel en el que la velocidad
relativa observada sería cero por tener ambos astros igual componente de
velocidad en la misma dirección y sentido de la observación. Esto
ocurre en los puntos llamados de cuadratura de la órbita de nuestro
planeta.
Es
claro que los bucles observados en cada uno de los planetas exteriores
será menor cuanto más lejos se encuentre el planeta. Se
han medido los arcos recorridos en los movimientos retrógrados, con los
siguientes resultados medios:
retrógrado |
|
Marte | |
Júpiter | |
Saturno | |
Urano | |
Neptuno | |
Plutón |
de forma muy instructiva el proceso del movimiento aparente
de los planetas exteriores.
3. La antigua explicación geocéntrica:
En
la antigüedad, desde la época de Aristóteles, se conocía la existencia
de los planetas Mercurio y Venus, siempre próximos al Sol, con un
aparente movimiento oscilatorio a su alrededor, como la masa de un
péndulo, y también se conocía la existencia de tres planetas exteriores,
Marte, Júpiter y Saturno, junto con sus peculiares movimientos
aparentes de bucle. Estos cinco planetas, junto con el Sol y la Luna,
eran todos los astros conocidos, aparte de las estrellas fijas.
La
cuestión es que un astrónomo nacido en el año 85 d. de C., Claudio
Ptolomeo, desarrolló una explicación de los movimientos aparentes,
basando toda la argumentación en una concepción errónea el mundo y de la
situación de los cuerpos celestes, y que perduró en la civilización
occidental hasta el siglo XVI. El sistema geocéntrico de Ptolomeo fue
prácticamente el único aceptado durante 1400 años, hasta el
descubrimiento de Nicolás Copérnico y los trabajos de Kepler.
Ptolomeo
consideró que la Tierra, nuestro planeta, se encontraba en el centro
del Universo, inmóvil y rodeada por siete esferas concéntricas que
contenían, cada una de ellas, un astro que desplazándose por la
correspondiente superficie esférica giraba a su alrededor. Así, habría
una esfera con centro en nuestro planeta, sobre la cual se desplazaba la
Luna alrededor de la Tierra, en una órbita circular que denominaba
círculo deferente. Habría otra esfera concéntrica que contendría al Sol,
y, además, cada uno de los planetas se desplazaría también alrededor de
la Tierra en su correspondiente círculo deferente. Una octava esfera,
la más exterior, contendría a las estrellas fijas.
El Sistema Geocéntrico de Ptolomeo se basaba en tres consideraciones básicas:
1. La Tierra es el centro inmóvil del Universo.
2. Todos los objetos se desplazan alrededor de la Tierra.
3. El movimiento de los cuerpos celestes, Sol, Luna, planetas y estrellas fijas, se realizan de manera circular uniforme.
1. La Tierra es el centro inmóvil del Universo.
2. Todos los objetos se desplazan alrededor de la Tierra.
3. El movimiento de los cuerpos celestes, Sol, Luna, planetas y estrellas fijas, se realizan de manera circular uniforme.
Para
poder explicar los movimientos retrógrados de los planetas exteriores,
lo mismo que el movimiento oscilatorio próximo al Sol de los planetas
interiores, el sistema ptolemaico estableció la existencia de círculos
menores alrededor de ciertos puntos del circulo deferente del planeta,
que se denominaron epiciclos. Todos los planetas se desplazarían por su
correspondiente círculo deferente con su correspondiente epicíclo. El
Sol y la Luna se desplazarían sobre el círculo deferente, sin epiciclos.
La explicación de los movimientos aparentes se realiza mediante la concepción ptolemaica si se postula lo siguiente:
1. Los centros de los epiciclos de los planetas inferiores, Mercurio y Venus, se encuentran siempre en la dirección de la Tierra al Sol.
2. Los radios de los epiciclos, trazados en el punto de posición del planeta son paralelos a esta dirección para todos los planetas exteriores.
1. Los centros de los epiciclos de los planetas inferiores, Mercurio y Venus, se encuentran siempre en la dirección de la Tierra al Sol.
2. Los radios de los epiciclos, trazados en el punto de posición del planeta son paralelos a esta dirección para todos los planetas exteriores.
La concepción Ptolemaica del cosmos implicaba postular la existencia de epiciclos sobre circulos deferentes
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